domingo, 31 de enero de 2010

CEMENTERIOS NUCLEARES


El peligro y el riesgo es una constante en la existencia de los seres humanos, sobre todo desde que la técnica nos permitió organizar nuestro existir y, por suerte o por desgracia, tener también una influencia importante en el devenir de toda existencia en el planeta al que hemos denominado Tierra.
Por otra parte, y a pesar de que nos autodenominamos «seres racionales», es difícil asistir a una discusión pública que tenga lugar en el plano de la argumentación, de los razonamientos y de los datos. Más bien ocurre que se apela, por una parte, a la emoción, al sentimiento y a lo pasional, y, por otra, a las ideologías más o menos difusas, a la propaganda y a la demagogia, sin asumir que no vivimos en un mundo ideal y que tenemos que responsabilizarnos de las consecuencias de nuestras acciones.
Es evidente que, por los riesgos que entraña, si preguntamos si nos gusta la energía nuclear, intuyo que la respuesta mayoritaria sería que no; sin embargo, vivimos consumiendo un gran porcentaje de esta energía, que nos permite llevar una existencia cómoda, agradable y fácil.
Parece obvio igualmente que si preguntamos si queremos eliminar la energía nuclear, sus miedos y sus peligros, supongo que la respuesta sería afirmativa también en un gran porcentaje; no obstante, ¿estaríamos igualmente dispuestos a renunciar a los beneficios energéticos que ella nos proporciona? Y posiblemente ahí esté la clave: en si somos capaces o queremos, o sabremos, renunciar a un modo de vida al que ya nos hemos acostumbrado. El debate debe estar en si estamos dispuestos a abandonar un modo de vida que llevamos admitiendo ya bastante tiempo.
Si estamos consumiendo esta energía y sabemos que la misma produce residuos radiactivos difíciles de eliminar y que los mismos, tarde o temprano, se deben depositar en algún lugar lo más seguro posible, pero, al fin y al cabo, nunca absolutamente garantizado, tendremos que decidir dónde podremos depositar esta semilla del riesgo.
No vale decir que no la queremos, puesto que nos beneficiamos de sus ventajas. No es lícito ni moralmente aceptable aprovecharnos de sus beneficios y que los inconvenientes los sufran otros.
Nadie quiere los cementerios nucleares pero en algún lugar tendrán que depositarse las miles de toneladas de residuos que las centrales generan. «Estamos condenados a ser libres», dijo Sartre, profundo analista de la condición humana, lo que nos lleva al ineludible lugar de las decisiones y sus consecuencias.

2 comentarios:

Fran. dijo...

Cada día me golpea con más fuerza una voz interior que me pregunta....¿Hacia donde vamos?.

P.D.- ¿No aciertas con el cambio de diseño del blog?

Joaquín Paredes Solís dijo...

Hacia donde nos lleven nuestras decisiones. Por eso es tan importante la educación de los ciudadanos. Cada decisión nos conduce a una encrucijada diferente.

P.D. Estoy en ello, decidiendo. Ja, ja...