La democracia
sin transparencia, sin explicaciones y pruebas que demuestren la verdad o la
falsedad de lo que se afirma, se convierte en la tiranía de los tramposos y de
los sinvergüenzas.
jueves, 14 de febrero de 2013
OLÉ
A la vista del
panorama desolador con el que convivimos cada día, uno no puede dejar de
preguntarse si la Reforma Laboral
aprobada por el Gobierno del PP en 2.012 se ideó para crear o para destruir
empleo, ya que en el año que se acaba de marchar se han perdido nada menos que
850.000 puestos de trabajo, según las últimas estadísticas, que cifra también
en 5.965.400 parados en enero de 2013, lo que provoca que salten todas las
alarmas sociales en un país que se ahoga entre las miasmas de la corrupción y
las tragedias del paro.
Aquellos que
un día afirmaron, cuando eran oposición insultante y descalificadora (véanse
las hemerotecas del período Zapatero, por ejemplo), que sabían lo que había que
hacer para salir de la crisis y que tenían en sus manos (muy largas, por
cierto, como se está sospechando) la solución a los males de España, después de
un año de gobierno, no sólo no han sabido ni podido solucionarlos, sino que su
gestión ha producido la sensación de que ni siquiera han querido hacerlo,
eligiendo la solución más fácil, la menos imaginativa y la más insultante para
la ciudadanía; es decir, cargando sobre las espaldas de los más desfavorecidos
el peso de la recuperación, mientras que los defraudadores y los corruptos se
benefician de amnistías fiscales, de ayudas millonarias o de cómodos retiros o
jubilaciones, con pingües dividendos, para que la vejez no les resulte gravosa
ni aburrida. Ole.
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