Cuenta Santiago Carrillo[1]
que la última vez que vio a Manuel Fraga fue en un acto institucional con
motivo del 33 aniversario de la
Constitución. Ambos apostaron sobre quién
abandonaría primero este mundo. Carrillo lo tenía claro: «Irás tú delante, Manolo, porque la derecha desgasta mucho. Y encima no
fumas». Acertó: Fraga falleció el 15 de enero de 2012 y Carrillo el 18 de
septiembre del mismo año.
Por ley de vida y poco a poco aquellos que fueron
protagonistas de su tiempo van abandonando el lugar que habitaron y, de forma
inexorable, pasan a engrosar la lista de los que se fueron. Nos dejan sus
palabras, sus gestos, sus actos, sus memorias.
Hoy nos llega la noticia de dos personajes, esta
vez mujeres, que también han marcado época y que se las recordará, sin duda,
porque fueron de “armas tomar”, aunque una más en sentido figurado que la otra,
pues Margaret Thatcher, la popularmente conocida como “Dama de Hierro”, que
rigió los destinos de Gran Bretaña y posiblemente del mundo desde 1979 hasta
1990, y que fue responsable en alguna medida del ascenso de este capitalismo
atroz y sin entrañas que ahora padecemos, no dudó en embarcarse en lo que se
denominó “guerra de las Malvinas”, para defender la “territorialidad” del Reino
Unido. La otra es Sara Montiel, conocida, entre otras cosas, por aquel “fumando espero”, tango sensual y alusivo
con el que deleitó a los espectadores en El
último cuplé en el ya lejano año de 1957, cuando en España comenzaba una
cierta y tímida apertura del régimen dictatorial de Franco, cuya censura impidió
que en la versión de este tango cantada por la manchega no se incluyera la
estrofa que hace alusión al cigarrillo que se fumaba después del encuentro
amoroso:
(…) Tras la batalla
en que el amor estalla,
un cigarrillo
es siempre un descansillo
y aunque parece
que el cuerpo languidece,
tras el cigarro crece
su fuerza, su vigor.
A ver si iba a tener el cigarrillo de entonces
componentes afrodisíacos y de longevidad de los que no se era consciente. En lo
que concierne a Santiago Carrillo, casi se podría afirmar que sí, dada la afición
del dirigente comunista a la nicotina, que no impidió una larga trayectoria
vital.
[1] CARRILLO, SANTIAGO: Mi testamento político. Galaxia
Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2012. Pág. 205.
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