Mientras que los intereses de los partidos
políticos estén por encima del interés general de la ciudadanía no veremos otro
modo de hacer política que aquel que está dominado por las jerarquías y sometido
a las cúpulas dominantes correspondientes, un modo de hacer política más
encaminado a salvar las espaldas de los sinvergüenzas o los responsables de
cualquier extravío que se produzca en sus líneas, que a buscar la verdad o la
justicia; un modo de hacer política más orientado a ocultar o a destruir las
pruebas de la verdad o los datos que arrojen luz, que a depurar
responsabilidades políticas o penales de los autores o de los causantes de
tales acciones; un modo de gobernar más preocupado por los índices de
popularidad, por la obtención de votos, por alcanzar o mantener el poder a toda
costa, que a velar por el bienestar y la mejora de la sociedad que ha confiado
en ellos precisamente para que realicen esa labor.
Lo que ha sucedido en la sede del Partido Popular
este verano, la destrucción de la información que se almacenaba en los discos
duros de los ordenadores que estaban en su poder en su sede de la calle Génova,
¿no es destrucción de pruebas?, ¿no es obstrucción a la justicia?, ¿no es un
claro indicio de que la transparencia parece que siempre se quiere para los
demás, pero nunca para nosotros mismos o nuestros intereses?
¿Se imaginan ustedes lo que le podría suceder a
cualquier ciudadano si hiciera lo que se ha hecho en la sede del Partido
Popular?
Otras preguntas están en el aire y en la mente de
todos: ¿Por qué tardó tanto el juez en ordenar lo que tenía que haber ordenado
mucho antes? ¿Por qué tenemos la impresión de que lo que ha sucedido ha sido la
crónica de una destrucción anunciada?
Dado, además, que se están tramitando leyes en el
Parlamento con el fin de evitar la opacidad, y que los textos de estas leyes
están en manos de la mayoría parlamentaria de los diputados de un partido bajo
sospecha, no podemos dejar de preguntarnos: ¿Son estos son los más adecuados
para elaborar y aprobar una ley que defienda y garantice la verdad y la
transparencia?
Es posible que todos los políticos sean iguales, sobre
todo porque se constata o no nos consta que ninguno haga nada por acabar con
los privilegios trasnochados de su clase, pero es bastante improbable que todos
los políticos sean tratados de la misma manera por los que tienen la
responsabilidad de ser ecuánimes en su trabajo de impartir justicia, o por la
misma ciudadanía, más comprensiva y tolerante con unos que con otros.
En fin, tal y como está el patio de este país, que
oscila con velocidad de Fórmula 1 entre la excelencia y el disparate, no sé si
tomarme una “relaxing cup of café con
leche in the Plaza Mayor” o decantarme por una “romantic dinner in el Madrid de los Austrias” de Ana Botella.