Muchas veces he pensado
que los coches tienen algo
que nos transforma el carácter
y nos permuta en un verbo
de pacíficos paisanos
a violentos guerrilleros.
Qué trabajo le costó
al doctor Jekyll hacer
una pócima especial
para transmutarse él
en un Hyde rudo y bestial,
cuando es tan fácil lograr
hoy esta deformación:
sentarse frente a un volante,
pisar acelerador,
y Jekyll ya es mister Hyde
embrutecido y faltón.
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