Podemos definir este espacio de tiempo que hemos catalogado con el guarismo 2011 como el año del inconformismo, o del conato de inconformismo, que ha recorrido el mundo, desde la denominada primavera árabe al movimiento ciudadano del 15-M, para poner con ello de manifiesto el descontento y la insatisfacción que recorre el mundo.
Es cierto que en estos días finales enviamos buenos deseos para todos pero se recuerdan a bombo y platillo los peores acontecimientos que han asolado esos últimos 365 días. Este año no ha sido una excepción y se ha llenado de acontecimientos que no podemos calificar, en general, de positivos. La guerra en Libia, que tantos muertos ha dejado, se llevó también consigo al tirano que prefirió despilfarrar su enorme fortuna en armamento y mercenarios para masacrar al pueblo que decía amar, antes que emplearla en inversiones y servicios básicos para ese mismo pueblo que carece de lo más imprescindible. Difícil de entender.
Otro tirano en Siria también está tiñendo de rojo y sembrando de cadáveres la tierra que cree que es suya. A la postre, el final será parecido, pero prefiere, como tantos otros, morir matando y destruyendo, que renunciar a lo que él, como tantos otros, cree que le pertenece, por mandato divino o por cualquier otro descabellado argumento.
Nubarrones en la primavera árabe. Difíciles de erradicar y de combatir pues parecen enraizados en una parte de la naturaleza humana que disfruta con las desgracias, las penurias y los males ajenos siempre y cuando redunden en beneficio propio y privado.
Entre la crisis que no cesa y las múltiples corrupciones que la alientan, la vigorizan y la robustecen, este 2011 ha sido también para no olvidar y para empezar a tomar entre todos las decisiones que impidan esta sangría constante que empobrece el erario y engorda las arcas privadas de los sinvergüenzas y sin escrúpulos que no dudan en apropiarse de lo que es de todos para su beneficio. Habrá que pensar en cambiar las leyes actuales para que todo lo robado vuelva al lugar de donde no debió salir y para que efectivamente, más que realmente, la justicia sea igual para todos.
En marzo nos sorprendió y nos impactó el terremoto que sacudió Japón y se extendió por todo el pacífico. El tsunami que provocó produjo, además, el accidente nuclear de la central nuclear de Fukushima, lo que puso de actualidad el debate sobre la producción de energía nuclear y sus peligros.
En pleno mes de julio se producen en Noruega acontecimientos que nos dejan abatidos y anonadados y nos obligan a replantearnos de nuevo la naturaleza humana, sus modos y sus maneras de proceder, más parecidos en ocasiones a animales y monstruos que a verdaderas personas. Porque lo que ocurrió en la isla de Utøya no es explicable en términos de normalidad humana, aunque los mensajes de carácter xenófobo y excluyente que se lanzan por dirigentes de partidos ultras abonan estas mentes perturbadas y no son, precisamente, un ejemplo para nadie que realmente quiera construir un mundo en el que se pueda convivir en paz en la diferencia.
Sin duda, tenemos una ardua tarea por delante para restañar las heridas de un mundo que no deja de padecer por las heridas que cada día sufre por causa de los seres humanos, y la Conferencia de Durbam sobre el cambio climático no ha hecho más que añadir una nueva decepción a las ya acumuladas a lo largo de los años y muestra el egoísmo y la insolidaridad de los gobernantes y los poderosos de este planeta, su estrechez de miras, su miopía económica, moral y política, al hacer oídos sordos a una problemática que, según los expertos, explotará más tarde o más temprano, y cuyos efectos, a medida que las soluciones se alejen en el tiempo, serán tan perjudiciales para todos que no tiene ningún sentido retardar en el tiempo las acciones que deben ser llevadas a cabo por todos si de verdad queremos mantener un mundo habitable.
Aunque el escepticismo, inevitablemente, se adueña de mi aliento, espero que la cordura prevalezca en este nuevo año que comienza.
En el plano personal ha sido el año en el que he dejado la dirección del instituto Luis de Morales, en la que llevaba ya 11 años, entendiendo que era el momento de dejar de lado una labor que me ha absorbido durante todo este tiempo y con el convencimiento de que es aconsejable que todo tenga una duración razonable. También ha sido el año en que he iniciado una andadura, para mí nueva, por las ondas, y estoy realizando desde marzo del 2011 un programa de radio denominado “Miradas desde la periferia”, que dirijo y realizo cada semana y emite Radio Sansueña los viernes sobre las 13:30 horas. Es una nueva aventura que, por el momento, me gusta y me permite decir lo que quiero a través del programa, aunque también tengo que invertir tiempo y esfuerzo para llevarlo a cabo, como es normal. Lo que por un lado recupero por otro lo vuelvo a invertir en nuevas experiencias. Detenerse es morir.