Apenas ayer, el nombre de Roger Casement no me decía absolutamente nada. El sueño del celta, sin embargo, biografía novelada que Vargas Llosa publica en Alfaguara en 2010, iba a sacar del relativo anonimato a este personaje de finales del XIX y principios del XX, nacido en Irlanda, aventurero, idealista, defensor de los derechos de los indígenas condenados por la codicia de Occidente a la esclavitud, a la explotación, tortura y muerte en sus mismas tierras, de las que fluía el caucho causa de sus desgracias.
Roger Casement denunció los excesos y los horrores del colonialismo en el Congo Belga y en la región amazónica del Putumayo, motivados por la ambición y la codicia de aquellos europeos que empezaban a hacer del capitalismo una máquina brutal de explotación del hombre por el hombre y de los recursos del planeta de forma violenta y sin escrúpulos, arruinando, destruyendo y asolando todo y a todos los que osaban oponerse a su avance ciego e irrespetuoso con las personas y con el medio.
La visión de Casement de esta devastación y de esta crueldad quedó reflejada en dos informes, Informe sobre el Congo e Informe sobre el Putumayo, el Blue Book, que conmocionaron a la sociedad de su época, poniendo al descubierto la crueldad y la explotación llevadas a cabo por el colonialismo bajo el disfraz de la acción civilizadora y/o evangelizadora.
Al final de su vida se embarcó en la aventura nacionalista de la liberación de Irlanda del yugo británico, empresa que acabaría con sus huesos y sus ilusiones en la cárcel de Pentonville Prison, por el Alzamiento de Semana Santa en Dublín. Acusado de traición, fue condenado a la horca y ejecutado el 3 de agosto de 1916.
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