STIEG LARSSON MURIÓ DE PARTO
Sin duda, Stieg Larsson murió de parto. Un parto de 2.100 páginas, más o menos, escritas en poco tiempo y con un extraño frenesí, como si supiese que no disfrutaría del beneficio de ese embarazo novelesco del que nació un periodista incorruptible y una hacker inverosímil.
Las parejas protagonistas han dado buenos resultados en la historia de la literatura y el cine. Como Sherlock Holmes y Dr. Watson, Robinson y Viernes, D. Quijote y Sancho o Batman y Robin, por citar ejemplos muy conocidos, Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist también trabajan, más o menos unidos, contra el mal, la corrupción, la tortura, la injusticia, el abuso, la crueldad y la mentira. Sin armas. La palabra y el ordenador son sus herramientas para desenmascarar a los criminales, a los corruptos, a los que torturan y abusan de los demás. El acierto de Larsson ha sido invertir los papeles y dar el protagonismo a una mujer. El siglo XX ha sido el siglo, entre otras cosas, de la irrupción de la mujer en el mundo de lo público reivindicando con razón y con “co-razón” la igualdad de derechos. Seguramente no es casualidad que esta heroína de principios del XXI haya nacido en un país nórdico y sea seguramente un resultado más de una lucha que está bastante lejos de concluir, pues las mujeres siguen siendo profanadas, esclavizadas, violentadas, maltratadas, secuestradas, oprimidas, asesinadas e ignoradas en todos lugares de un mundo bastante inhóspito para ellas.
Si la obra de Larsson contribuye a que los hombres que odian a las mujeres comiencen a darse cuenta de su error, habrá merecido la pena su lectura. Él, sin embargo, no ha podido disfrutar del éxito y del triunfo de sus criaturas, que han entrado ya por méritos suficientes en el fantástico mundo de los personajes literarios que pueblan nuestro imaginario colectivo.
Sin duda, Stieg Larsson murió de parto. Un parto de 2.100 páginas, más o menos, escritas en poco tiempo y con un extraño frenesí, como si supiese que no disfrutaría del beneficio de ese embarazo novelesco del que nació un periodista incorruptible y una hacker inverosímil.
Las parejas protagonistas han dado buenos resultados en la historia de la literatura y el cine. Como Sherlock Holmes y Dr. Watson, Robinson y Viernes, D. Quijote y Sancho o Batman y Robin, por citar ejemplos muy conocidos, Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist también trabajan, más o menos unidos, contra el mal, la corrupción, la tortura, la injusticia, el abuso, la crueldad y la mentira. Sin armas. La palabra y el ordenador son sus herramientas para desenmascarar a los criminales, a los corruptos, a los que torturan y abusan de los demás. El acierto de Larsson ha sido invertir los papeles y dar el protagonismo a una mujer. El siglo XX ha sido el siglo, entre otras cosas, de la irrupción de la mujer en el mundo de lo público reivindicando con razón y con “co-razón” la igualdad de derechos. Seguramente no es casualidad que esta heroína de principios del XXI haya nacido en un país nórdico y sea seguramente un resultado más de una lucha que está bastante lejos de concluir, pues las mujeres siguen siendo profanadas, esclavizadas, violentadas, maltratadas, secuestradas, oprimidas, asesinadas e ignoradas en todos lugares de un mundo bastante inhóspito para ellas.
Si la obra de Larsson contribuye a que los hombres que odian a las mujeres comiencen a darse cuenta de su error, habrá merecido la pena su lectura. Él, sin embargo, no ha podido disfrutar del éxito y del triunfo de sus criaturas, que han entrado ya por méritos suficientes en el fantástico mundo de los personajes literarios que pueblan nuestro imaginario colectivo.
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