martes, 17 de abril de 2012

Pablo Guerrero - A cántaros



Se cumplen ahora 40 años de una canción que permanece en la memoria, a pesar del tiempo transcurrido. Fue en 1972 cuando Pablo Guerrero compuso su canción “A cántaros”, con un mensaje que hoy, en 2012, sigue siendo igual de oportuno en una sociedad que parece haberse olvidado de sus sueños, de sus anhelos y sus afanes, más pendiente de las primas de riesgo, de satisfacer mercados insaciables, de los múltiples programas de cotilleo que campan a sus anchas por la cavernas mediáticas o de las vidas y milagros de aquellos que han hecho de la inmoralidad y de la corrupción su norte y su paraíso excluyente.

Es como si la mirada se hubiera detenido y, con ella, las esperanzas del que mira, sus propósitos de cambio y de mejora. “Tú y yo, muchacha, estamos hechos de nubes, pero ¿quién nos ata?, pero ¿quién nos ata?…”.

Eran entonces, hace 40 años, tiempos de cambios, de carreras y de libros, de poesía, de canciones que se convertían en himnos y de gritos exigiendo aire limpio para poder respirar en una sociedad oscura y asfixiante; eran tiempos en los que las nubes parecía que podían alcanzarse con el mero impulso de los deseos, con el ritmo de la música, con la fuerza de la palabra. “Estamos amasados con libertad, muchacha. Pero ¿quién nos ata? Ten tu barro dispuesto, elegido tu sitio, preparada tu marcha…”.

Existían, y existen, sin embargo, los excluyentes, los que dedican su esfuerzo y sus energías a impedir que todos tengan las mismas oportunidades o gocen de los mismos derechos, aquellos que nunca quieren compartir o vivir en planos de igualdad con el resto de sus semejantes, y que sólo disfrutan cuando los demás no pueden hacerlo. “Ellos seguirán dormidos en sus cuentas corrientes de seguridad. Planearán vender la vida y la muerte y la paz…”.

Los tiempos estaban cambiando y los horizontes se sucedían con rapidez; el mundo se empezaba a abrir, las perspectivas se ampliaban y las fronteras comenzaban a difuminarse. “Pero tú y yo sabemos que hay señales que anuncian que la siesta se acaba…”. Una siesta de muchos años que quizás adormeció o anestesió el corazón, la mirada y el camino de un país que navegó demasiados años por las aguas tenebrosas de la imposición y del miedo y que ansiaba una lluvia fuerte, un llover a cántaros que limpiara las calles, la suciedad y los odios hacinados en los corazones durante tanto tiempo.



miércoles, 4 de abril de 2012

AMNISTÍA FISCAL

En estos tiempos que nos ha tocado vivir, con sus brillos y sus nieblas, uno de deja de sorprenderse ante la desfachatez de la que algunos hacen gala. En tiempos como estos, donde la crisis que galopa, inventada, provocada, planeada o fingida, hace estragos entre los más débiles, entre los menos culpables, uno, repito, de deja de sorprenderse ante las propuestas de aquellos que gobiernan y que deberían velar, sobre todo, por la salud, la educación, los derechos, el reparto equitativo y solidario de la riqueza y el bienestar de los ciudadanos a los que gobiernan y por los que son elegidos, y no sacar de la chistera propuestas encaminadas a perpetuar las diferencias, las injusticias y la inquietud entre aquellos que ven como se evaporan sus derechos, sus libertades y sus esperanzas.

La amnistía fiscal que propone hoy el gobierno de España es un insulto a la ciudadanía, un despropósito perfectamente orquestado para legalizar el fraude y la corrupción, una vez más, y fomentar y consolidar la desigualdad entre las personas.

Una amnistía que ni siquiera merece el nombre de tal, porque no es más que un nuevo golpe de mano para fomentar el cinismo y la voracidad de los que no se conforman únicamente con poseerlo todo sino que, además, sólo están contentos y conformes cuando despojan a los demás de lo más imprescindible.

Sí, los tiempos están cambiando, pero no precisamente para mejorar; más bien estos tiempos parecen haberse conjurado con individuos sin escrúpulos para impedir que todos tengan acceso a los mismos derechos y oportunidades, para mostrarnos la imagen más terrible de la condición humana, aquella que se empecina en conseguir logros a base de considerar la humanidad entera como un medio para conseguir sus propósitos más canallas y lograr las ambiciones más egoístas, y no considerándola nunca como un fin al que deben supeditarse todos los demás fines y medios, si es que queremos realmente merecer el nombre de seres humanos.