domingo, 15 de septiembre de 2013

GOTERAS EN EL CONGRESO






A veces da la impresión de que las cosas y sus imágenes, más que las palabras o las personas, nos muestran con claridad una situación o un estado de cosas. Porque ellas, sobre todo las que son producto de nuestras acciones, son, en definitiva, el efecto de nuestro proceder y nos revelan nuestros aciertos y nuestros errores, y aunque no soy siempre partidario de que una imagen valga más que mil palabras, las goteras del Congreso de los Diputados pueden considerarse una metáfora bastante apropiada de la realidad política en España, que hace aguas.
Si, además, las obras del techo del Congreso de los Diputados han costado la friolera de 4.410.000 euros, obra concedida a la empresa constructora Dragados (boe.es/boe/días/2012/), y se han tapado los históricos agujeros de bala del 23-F, el resultado final no deja de parecernos una chapuza muy, muy cara, dados los tiempos que corren y los sacrificios que, por otra parte, se están continuamente demandando a la ciudadanía.




miércoles, 11 de septiembre de 2013

RELAXING IN SPAIN







Mientras que los intereses de los partidos políticos estén por encima del interés general de la ciudadanía no veremos otro modo de hacer política que aquel que está dominado por las jerarquías y sometido a las cúpulas dominantes correspondientes, un modo de hacer política más encaminado a salvar las espaldas de los sinvergüenzas o los responsables de cualquier extravío que se produzca en sus líneas, que a buscar la verdad o la justicia; un modo de hacer política más orientado a ocultar o a destruir las pruebas de la verdad o los datos que arrojen luz, que a depurar responsabilidades políticas o penales de los autores o de los causantes de tales acciones; un modo de gobernar más preocupado por los índices de popularidad, por la obtención de votos, por alcanzar o mantener el poder a toda costa, que a velar por el bienestar y la mejora de la sociedad que ha confiado en ellos precisamente para que realicen esa labor.
Lo que ha sucedido en la sede del Partido Popular este verano, la destrucción de la información que se almacenaba en los discos duros de los ordenadores que estaban en su poder en su sede de la calle Génova, ¿no es destrucción de pruebas?, ¿no es obstrucción a la justicia?, ¿no es un claro indicio de que la transparencia parece que siempre se quiere para los demás, pero nunca para nosotros mismos o nuestros intereses?
¿Se imaginan ustedes lo que le podría suceder a cualquier ciudadano si hiciera lo que se ha hecho en la sede del Partido Popular?
Otras preguntas están en el aire y en la mente de todos: ¿Por qué tardó tanto el juez en ordenar lo que tenía que haber ordenado mucho antes? ¿Por qué tenemos la impresión de que lo que ha sucedido ha sido la crónica de una destrucción anunciada?
Dado, además, que se están tramitando leyes en el Parlamento con el fin de evitar la opacidad, y que los textos de estas leyes están en manos de la mayoría parlamentaria de los diputados de un partido bajo sospecha, no podemos dejar de preguntarnos: ¿Son estos son los más adecuados para elaborar y aprobar una ley que defienda y garantice la verdad y la transparencia?
Es posible que todos los políticos sean iguales, sobre todo porque se constata o no nos consta que ninguno haga nada por acabar con los privilegios trasnochados de su clase, pero es bastante improbable que todos los políticos sean tratados de la misma manera por los que tienen la responsabilidad de ser ecuánimes en su trabajo de impartir justicia, o por la misma ciudadanía, más comprensiva y tolerante con unos que con otros.
En fin, tal y como está el patio de este país, que oscila con velocidad de Fórmula 1 entre la excelencia y el disparate, no sé si tomarme una “relaxing cup of café con leche in the Plaza Mayor” o decantarme por una “romantic dinner in el Madrid de los Austrias” de Ana Botella.