domingo, 30 de octubre de 2011

AFRODITA 33

AFORISMOS 41

Yo tengo mi conciencia muy tranquila suele ser la respuesta de aquellos que carecen de argumentos.

AFRODITA 32

SEÑORES FEUDALES




Vivimos tiempos convulsos y confusos, donde se han difuminado ciertos valores que creíamos a salvo de retrocesos e involuciones, como la libertad, la honradez, el esfuerzo, la lucha por la igualdad y los derechos de las personas, la justicia o la solidaridad, por poner algunos ejemplos, que cristalizaban en la que se denominó sociedad del bienestar.

En los últimos años, sin embargo, desde la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética y lo que ésta conllevaba desde el punto de vista ideológico, los muros de contención del capitalismo se rompieron y éste, eufórico y triunfante, puso su acento en una codicia exacerbada por acaparar de forma desmedida el poder, la riqueza, los medios de producción o los de información y comunicación, produciéndose, cada vez más, una fisura, una quiebra importante entre los que tienen cada vez más de todo y los que carecen cada vez más incluso de lo necesario. Parece que están desapareciendo las clases medias para dar lugar a una sociedad donde las diferencias son cada vez más profundas, rompiéndose una tendencia a la igualdad que, desde el final de la II Guerra Mundial, había sido el único horizonte social digno de ser perseguido.

No es de extrañar que en este medio pantanoso de límites imprecisos y turbios, surjan nuevos señores feudales que consideren que tienen todo el derecho a avasallar y ultrajar de nuevo a los que consideran, a los que siempre han considerado, sus siervos.







sábado, 15 de octubre de 2011

LLÁMAME ZORRA

El lenguaje es tan rico y los jueces tan finos en sus apreciaciones, comentarios y sentencias, a las que los simples mortales no podemos llegar ni entender, que pueden con ellos alterar el uso normal de las palabras e incluso, lo que es más grave, de las intenciones.

Lo que a todas luces parece un insulto, una amenaza o un acto de violencia verbal, inadmisible y reprobable, pasado por el tamiz de un juez, que son los que sientan jurisprudencia, podría convertirse incluso en un piropo, en una caricia verbal con las que los maridos, y los que no los son, podrán agasajar a sus astutas esposas o parejas.

Incluso ellas, amparadas por sentencias tan sutiles, podrían creer que están equivocadas en sus percepciones de la realidad y de los sentimientos con respecto a sus agresores, y alentar a sus medias naranjas (limones mejor, en este caso), a continuar por la senda que las puede (no sería el primer caso) llevar hasta la muerte.

El interés de algunos jueces por rebuscar sentencias al amparo de diccionarios o de arbitrarias elucubraciones (si la memoria no me falla, alguno, en su sentencia, comentó que no había habido ensañamiento con la víctima, que tenía 50 ó 60 puñaladas en su cuerpo), pone de manifiesto claramente que nadie es infalible, cosa que ya sabemos por experiencia y por convicción, aunque algunos se empeñen en perseverar en esa dirección.

La reflexión, la crítica y, en su caso, la rectificación deberían ser el modo en que ciertas personas, por el cargo que ocupan, por el poder que detentan y por las repercusiones que de estas circunstancias se derivan en la opinión pública y que, a veces, puede repercutir en la percepción de los hechos, deberían tener más cuidado en sus apreciaciones y en sus juicios.