lunes, 3 de septiembre de 2012

LEGÍTIMA VIOLACIÓN





Es posible que desde el Medievo y su salvaje “derecho de pernada” no se haya expresado algo tan aberrante como lo de “violación legítima”, esperpento con el que se acaba de despachar en pleno agosto un congresista del Tea Party, el republicano Todd Akin, para justificar su oposición al aborto. Según él, una mujer agredida tiene dispositivos biológicos en su organismo para evitar un embarazo no deseado. ¿Sabrá algo el señor Akin que ni el más avezado de los científicos ha podido desentrañar? ¿Tendrá, quizás, línea directa con el más allá, como el señor Ruíz Mateos, por ejemplo, y desde allí le llegará información privilegiada de cosas que al resto de los mortales nos están vedadas?
Mientras se desvelan tales interrogantes y sus arcanos, ante el tamaño ideológico de esta barbaridad, y a pesar de las disculpas posteriores, uno no deja de asombrarse de cómo el subconsciente traiciona y pone en tela de juicio el progreso de los seres humanos, manteniendo latente en las cavernas de su desvarío las huellas de un abismo pavoroso, machista e inquietante que actúa como una rémora atroz en la construcción de lo que llamamos humanidad.
Aunque lo peor no han sido estas declaraciones, a pesar de su perversidad, sino el eco que han levantado y que se traduce, entre otras cosas, en miles de dólares para apoyar, al parecer la campaña de este individuo y, por tanto, su trayectoria ideológica: “Miles de personas han dado un paso adelante y nos han ayudado a recaudar 100.000 dólares”, ha escrito Akin, en su carrera para lograr un escaño en el Senado de los Estados Unidos.
Lo que no entiendo es lo de un paso adelante.




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