jueves, 15 de noviembre de 2012

A 1.000 EUROS EL TÍTULO






Considero que hay razones para pensar que estamos en manos de unos gobernantes con la mano muy fácil para despilfarrar el dinero público en ideas peregrinas que en poco o nada benefician a la población en general y a la educación en particular y que parecen, más bien, producto de caprichos ocasionales o propaganda de alabanza a las propias gestiones, retales a corto plazo, más que soluciones de profundo calado a los graves problemas que amenazan nuestras sociedades.
Además, cuando se reciben críticas por las gestiones realizadas, lo más conveniente es detenerse a pensar si se habrá acertado o no en la decisión que se ha tomado, y no sacudírselas e ignorarlas de modo displicente o desconsiderado, actitud que es más bien producto de la arrogancia y la soberbia que caracteriza al que ostenta el poder, como si el error estuviera ausente de sus decisiones, que adquieren así carácter divino o despótico, indiferente a las protestas que generan o a la indignación y el enfado que provocan, sobre todo cuando son numerosas y diversas las quejas y quienes las proclaman.
No sé, por otra parte, si los políticos están para dar respuestas pioneras o valientes a los problemas de la ciudadanía, pero sí me parece que deben estar para dar respuestas justas, equitativas, ecuánimes, equilibradas y que no produzcan agravios comparativos o sean el resultado de la irreflexión o del atolondramiento, la obsesión y el empeño por lanzar con urgencia y precipitación cualquier remedio o arreglo, por improcedente que sea o equivocado que esté.
Es probable que una de las causas del fracaso educativo en este país esté motivada por decisiones políticas de este tipo, que premia al que abandona, al que incumple, al que saca mayor ganancia con el mínimo esfuerzo. La noticia que ha saltado a la prensa estos días de la oferta de 1.000 euros para aquellos de entre 18 y 25 años que saquen el título de E.S.O. que hace el Gobierno de Extremadura, parece más bien una llamada al abandono del esfuerzo continuado por el de la ganancia rápida. No sé si es a esto a lo que llaman últimamente excelencia o cultura del esfuerzo, pero no estimula precisamente a los alumnos a continuar en su devenir educativo.
Estas deserciones, sin embargo, no son nuevas. Antes fue la huida hacia el ladrillo y ahora será hacia el dinero, que viene a ser lo mismo. En cualquier caso, no parece que esta medida vaya a contribuir a paliar el abandono o el fracaso escolar.
Ya a algún alumno le he escuchado que en cuanto pueda va a dejar de estudiar gratis para tratar de sacar el título de la ESO cobrando. Si la enseñanza reglada está desprestigiada, no sólo entre los alumnos sino a nivel social, esta medida ahonda en ese desprestigio y alimenta la leyenda de que los docentes no hacen bien su trabajo. Porque si es tan fácil sacar este título, y encima cobrando por ello, ¿para qué se van a esforzar en aprender durante cuatro años lo que luego puede sacar en uno? Mejor esperar y cobrar.
Es difícil convencer a un alumno de que no abandone la enseñanza obligatoria y se esfuerce por obtener un título que le va a servir en el futuro para abrirle puertas, cuando la propia administración le está poniendo un caramelo económico en perspectiva y le alienta indirectamente para que abandone la enseñanza reglada.
Soy partidario de que la sociedad no cierre puertas a los que se equivocan o dimiten de sus deberes, pero en la actualidad ya existen otras vías perfectamente organizadas para que los que no pudieron obtener el título de la ESO por vía normal, puedan hacerlo por otros caminos: educación de adultos, PCPI, educación a distancia… ¿A qué viene este despropósito?
Además, estas medidas aumentan las diferencias y provocan la crispación entre ciudadanos con diferentes intereses, porque a los que vean la oportunidad de un trabajo en perspectiva, por escaso, precario o eventual que sea, será difícil convencerlos con razones de carácter pedagógico, de lo disparatado de esta medida.
Una decisión de este tipo constituye, por otra parte, una falta de respeto hacia los docentes que se esfuerzan cada día por formar profesionales competentes y buenos ciudadanos, pues ven de qué manera tan poco meditada su tarea se ve oscurecida y desacreditada por decisiones que parecen, más bien, de otro planeta.






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