miércoles, 6 de enero de 2010

LÓPEZ DE URALDE


Desde el 17 de diciembre de 2009, Juan López de Uralde, director de Greenpeace en España, está en la prisión de Vestre Faengsel de Copenhague. ¿Cuál fue su delito? El más abominable, depravado y execrable de todos los que pueden cometerse: colarse en la cena de gala de Jefes de Estado de la Cumbre del Clima y mostrar, además, una pancarta en la que podía leerse: “los políticos hablan, los líderes actúan”. López de Uralde está acusado, al parecer, de falsificación de documentos, pretender ser una autoridad jurídica, entrar sin permiso en un lugar privado y alterar un acto con presencia de la reina Margarita II de Dinamarca. ¡Afrenta intolerable y digna de ser perseguida hasta la incomunicación del reo! La justicia (qué nombre tan pomposo y rimbombante), que suele ser tan flemática, parsimoniosa y enrevesada en casos de asesinos, ladrones, mafiosos, pederastas, secuestradores, malversadores o incluso cuando tiene que decidir sobre cuestiones constitucionales, se torna ágil, solícita y veloz cuando actúa en casos como el que nos ocupa, no vaya a ser que peligrosos delincuentes como el señor López de Uralde pongan en grave peligro la seguridad internacional con sus protestas a favor de políticas económicas más sostenibles, equitativas y respetuosas con el medio en el que nos desarrollamos los seres de este planeta.

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