lunes, 12 de julio de 2010

EL MUNDIAL DE LAS VUVUZELAS


Cuando este mundial se iniciaba a ritmo de vuvuzelas, la ilusión y la esperanza de muchos se transformó en decepción cuando Suiza llenó de oscuros nubarrones el horizonte de las expectativas depositadas en la selección nacional de fútbol. Ningún gitano quiere buenos principios, reza un dicho muy repetido por estos lares nuestros; con él se pretende endulzar los malos comienzos que, a veces, son inevitables, con el fin de mantener el sueño y la esperanza a pesar de todo.
Ayer, 11 de julio, en el Soccer City de Johannesburgo, la selección española jugó y ganó la primera final de un mundial de fútbol. Esta ciudad, llamada Igoli (“lugar de oro”) en zulú, quedará en nuestra memoria como el lugar de Sudáfrica donde se logró lo que parecía imposible.
Posiblemente la clave haya estado en que los que han ganado este mundial son un grupo de futbolistas cohesionados, bien avenidos, humildes, disciplinados y que juegan en equipo, lejos de protagonismos soberbios y liderazgos mal entendidos que rompen el conjunto y contaminan el vestuario. Hay que añadir, además, que han sido dirigidos por un entrenador educado, sin malos modos, paciente, que sabe escuchar, con cara y sonrisa de bueno, que en ningún momento ha querido excesivos protagonismos ni ha sido partidario de euforias desmedidas.
Gracias a todos ellos se ha cumplido un sueño y este año de 2010 será recordado como el mundial de las vuvuzelas, cuyo zumbido ya no nos incomoda, ni se nos atraganta ni nos aturde, y la ciudad de Johannesburgo será, sin duda, para nosotros, Igoli.

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