jueves, 8 de julio de 2010

SÍMBOLOS


Que el hombre es un animal simbólico está fuera de toda duda. Con ellos ha construido todo un mundo del que se nutre y que está en perpetua mutación. Muchos símbolos tienen un carácter neutro, meramente conceptual o alusivo a un mundo más o menos denso y amplio de significados. Otros muchos, además, están ligados a sentimientos de carácter colectivo, a tradiciones compartidas, a identidades comunes que se han ido fraguando con el tiempo.
De todo ese universo simbólico, sin embargo, los símbolos que menos me gustan son aquellos que tienen un carácter excluyente, entre los que se encuentran los símbolos de carácter nacionalista que, al mismo tiempo que buscan la identidad nacional, excluyen a los que no pertenecen o participan de esa identidad. Los himnos y las banderas son dos tipos de símbolos que ejemplifican este comportamiento.
Ahora que, en pleno mundial, los bares se adornan como si estuviéramos en ferias y fiestas y los balcones, ventanas, puertas e incluso fachadas muestran sin pudor la bandera nacional y alguna republicana, no podemos olvidar que desde hace setenta y algo de años los españoles convivimos con identidades escindidas cuyo origen estuvo en un enfrentamiento cuyas huellas aún están presentes en nuestras vidas de algún modo.
¿Por qué no terminar con este desvarío? ¿Por qué no proponer nuevos símbolos para cerrar viejas heridas? ¿Por qué no construir nuevos símbolos que no excluyan sino que integren y faciliten la convivencia?

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