domingo, 15 de enero de 2012

PARARRAYOS

A Dios no le debió de caer bien Benjamín Franklin. Ni Newton. Ni Copérnico. Ni Galileo. Ni Miguel Servet. Ni otros muchos que con sus observaciones y deducciones cambiaron el modo en que los seres humanos posaban su mirada sobre la naturaleza, que dejaba así de ser algo misterioso e incomprensible para convertirse en algo inmanente y accesible que sólo necesitaba un poco de atención y orden para ser comprendida. Franklin, por ejemplo, cambio el curso de las acciones divinas con la invención del pararrayos. El rayo ya no iba donde Zeus o Dios querían sino a donde Franklin lo dirigía o atraía con su invento desmitificador, que vino a mitigar bastantes quebraderos de cabeza los días de tormenta.



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