domingo, 17 de abril de 2011

EURO DI PUTA DOS



Es difícil asumir que aquellos que se han ofrecido voluntarios para la actividad política, es decir, para organizar de modo adecuado la sociedad en función de valores que han sido creados y asumidos como el norte que oriente nuestros pasos, pierdan éste con tanta facilidad y tan pocos escrúpulos.

Es difícil aceptar que nuestros representantes en las instituciones del Estado, sean del signo que sean, no se pongan de acuerdo en cuestiones cruciales para el futuro de la ciudadanía, y, sin embargo, como si una corriente telepática recorriera sus mentes y condicionara sus neuronas apesebradas, el acuerdo más unánime reina entre ellos cuando se trata de tocar sus sagrados emolumentos, sus prerrogativas o sus inmunidades.

Ya Platón desconfiaba de aquellos que buscaban la vida política con excesivo afán, pues entendía que buscaban en ella más su propio beneficio que el de la colectividad. Han pasado muchos siglos desde entonces y el avance moral en este aspecto parece, más bien, estancado, podrido; los arcontes, conchabados con el poder económico o, más bien, a su servicio, parecen que siguen más interesados en crear diferencias y privilegios entre clases que fomentar y perseguir la igualdad de derechos de todos los ciudadanos y una más justa distribución de los bienes y los recursos de que dispone la sociedad que habitamos.

Parece que este tipo de reivindicaciones han quedado anticuadas, como si fueran restos anacrónicos de un tiempo que queremos, o quieren que queramos olvidar, como si el final de las ideologías y de los tiempos hubiera llegado ya y el cielo fuera este permanente estado capitalista eufórico y desenfrenado donde cada cual busca su propio interés incluso en detrimento del interés de la mayoría.

Hemos contemplado en esta crisis, que más que crisis me parece tomadura de pelo, muchísimos detalles “solidarios” de los poderes políticos y económicos en pro de los ciudadanos; tantos, que ya ni me acuerdo de ninguno.

El enésimo, que tiene toda la apariencia de una anécdota grotesca y bufa, si no fuera por los tiempos que vivimos, lo han protagonizado los eurodiputados y su magnífico y ejemplar sentido de la solidaridad; su empecinamiento y su acuerdo casi sin fisuras en mantener sus prebendas en los vuelos a su lugar de trabajo en Bruselas desde distintos lugares de Europa, en los que dicen que habitan, nos muestran la cara más dura de estos “señores” a los que hemos encomendado la construcción de ese lugar común europeo.

Les recomiendo la lectura del artículo de opinión de Jesús Bueno en El Periódico de Extremadura del día 11 de abril de 2011. El artículo se denomina Eurojetadiputados. Tiene, además, publicado un libro en Ediciones B titulado Babilonia y Babel, el Parlamento Europeo desde dentro, que, al parecer, escribió con la sana ilusión de que las cosas pudieran cambiar.

Si el nuevo e inmenso país que queremos construir va a ser el reflejo de estas mentes tan privilegiadas como generosas, yo prefiero bajarme ahora de este tren que no nos lleva más que a ser cómplices de un nuevo engendro que para lo único que parece que va a servir es para perpetuar el status quo de los privilegios, de la insolidaridad y de la falta de escrúpulos.



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