lunes, 12 de octubre de 2009

LA TAREA DEL ARTE



Ernst Ficher dijo del arte que “es necesario para que el hombre pueda conocer y cambiar el mundo. Pero también es necesario por la magia inherente a él”.
Verdad, bondad y belleza son los ejes de los que nuestro quehacer se nutre, habitando ese interminable devenir que nos construye y nos conforma, y con frecuencia, cuando el conocimiento racional no puede desvelar la opacidad del mundo, el arte, el sentimiento, la belleza, la metáfora, como exploradores de sueños infinitos, se adentran por la espesura de lo desconocido, iluminando, con balbuceos y dudas, ese lugar de sombras.
El arte es otra forma de interpretar el mundo, otra forma de apropiación y de expresión de lo real, impregnándolo de signos, colores y formas, humanizándolo, y cuando la cifra o el concepto no pueden dar una explicación coherente de las cosas, ahí juega su papel el arte, la intuición, la narración mítica. La alegoría de la caverna o el mito del carro alado de Platón no son sino intentos explicativos que utilizan la alegoría o el mito como vehículo narrativo. También Hipérides, para defender a Friné, que había sido amante de Praxíteles, al que sirvió de modelo para sus estatuas de Afrodita, y que había sido acusada de impiedad, no tuvo más remedio, según cuenta Quintiliano, agotados los argumentos legales o racionales, que desnudarla ante los jueces, los cuales, al ver su belleza, la absolvieron: nadie tan bello podía haber hecho ningún mal.
Entre los griegos, Platón nos lo cuenta en Banquete, lo bello era el primer peldaño hacia lo verdadero y, quizás, en última instancia, hacia lo bueno. No olvidemos que la palabra griega con la que se designaba el término “verdad” era alhqeia o descubrimiento del ser, es decir, como la visión de la forma de lo que es verdaderamente, pero que se halla oculto por el velo de la apariencia. La naturaleza gusta de ocultarse, decía Heráclito. Hay, pues, que “desnudar” la realidad, quitarle los velos, los ropajes que nos impiden ver su desnudez, su esencia, su verdad.
Y en esa tarea no sólo está implicada la ciencia que, con sus aciertos y sus errores, ha ido desbrozando la realidad y tinieblas, prejuicios y miedos, sino también la poesía y el arte que a través de la imaginación o del presentimiento son capaces de abrir nuevos senderos para la reflexión y la búsqueda del sentido.

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