viernes, 27 de agosto de 2010

CARAVACA DE LA CRUZ

De Caravaca de la Cruz impresiona el Real Alcázar construido sobre la colina que domina el valle. En su interior está la Basílica de la Vera Cruz, que alberga, al parecer, la reliquia que la ha catalogado como Ciudad Santa de la cristiandad, junto a Jerusalem, Roma, Santiago de Compostela, Asís y Camaleño, en Cantabria, que en su Monasterio de Santo Toribio de Liébana cobija lo que la tradición católica considera el mayor trozo de la cruz de Jesucristo.
En torno al cerro del Castillo está situado el barrio más antiguo, con la estructura irregular y desordenada de estas construcciones de laberínticas y empinadas callejuelas que se entrecruzan, callejones sin salida y pequeños restos de lo que alguna vez fuera un recinto amurallado.
De la parte nueva destaca su arteria principal, la Gran Vía, desde la que podría verse perfectamente el Castillo y la Basílica si no fuera por algunos atropellos urbanísticos que merman considerablemente esta perspectiva.
La cruz que le da nombre a la localidad de Caravaca se encuentra presente por todas partes, tanto ubicada en la muralla del castillo (de grandes proporciones), como distribuida por tiendas y comercios de recuerdos, no en vano la pretendida reliquia es el anzuelo turístico que atrae hasta esta localidad a miles de visitantes, máxime en este año santo en el que aquí también se adquieren las indulgencias que lo dejan a uno limpio de polvo y paja (con perdón).
En esta localidad, ya entrada la noche, se nos unieron Félix Rodríguez Lozano y su hijo Alberto, amigos que venían desde Zamora. Cenamos en Paladar, un restaurante de apertura reciente y buena cocina y, ya tarde, y puesto que la lluvia daba un respiro, recorrimos en el silencio de la noche el barrio viejo de la ciudad (echamos de menos a José Luis Bernal, que no ha podido venir con nosotros esta vez), subiendo hasta el Castillo, desde donde saboreamos una estupenda panorámica nocturna que completamos al día siguiente muy temprano entrando en el Castillo, en cuyo amplio recinto se encuentra ubicada la Basílica de la Vera Cruz.
Junto a la escultura en la base de la fortaleza que representa a los “caballos del vino”, se nos informó del recorrido de los mismos, un trayecto pequeño pero muy empinado que suben los caballos enjaezados con sus atalajes y guiados por los mozos hasta la explanada junto a la puerta del Alcázar en las fiestas que se celebran a primeros de mayo en la localidad.
Sin tiempo apenas para nada más (son etapas contrarreloj), nos quedamos con las ganas de visitar el Museo que el escultor José Carrilero tiene en la localidad, donde nació, pero Calasparra y Cehegín nos esperaban en el horizonte de un que iba a ser una larga jornada y la mañana avanzaba con terquedad y firmeza, ajena a nuestras voluntades.

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