jueves, 19 de agosto de 2010

DE HOMO HABILIS A HOMO CHASIS


Que el hombre fuera definido como un ser técnico no ha sido por casualidad, ya que la técnica, para bien y para mal, ha marcado de forma substancial el devenir de los seres humanos. Sin ella ni seríamos lo que somos ni estaríamos donde estamos. Desde el hacha de sílex hasta los actuales internet y teléfonos móviles, sin los que nuestra existencia parece hoy no tener sentido, muchos han sido los artilugios ideados y construidos por el hombre que han servido, unos para hacer más cómodo y amable el paso de los días, otros para infligir dolor y sufrimiento y complicar la vida hasta el absurdo. Pero no quiero hablar de obviedades sino de ejemplos concretos que puedan ilustrarlas, sobre todo de uno que me llama la atención por la capacidad que tiene de alterar nuestra personalidad.
A nadie se le escapa la mutación que la tierra y, sobre todo, las ciudades han sufrido a causa de los coches, motos, autobuses, etc., elementos técnicos que han propiciado que las distancias se acorten y se facilitan los desplazamientos. El mundo laboral no sería lo que es sin este invento. Las ciudades, concebidas como lugares comunes donde habitan los seres humanos, han visto transformada su fisonomía tradicional de forma importante por mor de estos artilugios rodantes que se han vuelto imprescindibles en nuestra vida cotidiana.
Me fijo sobre todo en ellos no sólo porque su mala utilización por parte de los humanos y por fallos diversos en sus mecanismos producen un porcentaje elevado de muertes todos los años en los países desarrollados, estadísticas que asumimos como algo normal que ya forma parte de nuestro día a día, sino porque tienen la rara habilidad de transformar el carácter de las personas, produciendo en ellas una violencia no habitual.
Encerrados en ese habitáculo móvil, aquellos que de suyo son pacíficos, quizás amparados por la seguridad del chasis que los aloja, quizás por el poder (es un objeto con el que se puede embestir y matar fácilmente) o la velocidad (puede salir corriendo si las cosas se ponen mal) que de él dimanan, el caso es que es fácil contemplar cómo se insulta, se despotrica, se alza la voz, se vilipendia y se ataca sin mesura desde que las puertas se cierran y se comienza a circular por las calles de las ciudades que en la actualidad parecen concebirse más bien para el tráfico rodado que para las personas.

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