domingo, 8 de noviembre de 2009

AFGANISTÁN


Malalai Joya tuvo mala suerte con su destino. Nació mujer en Afganistán en el último tercio del siglo XX. Ni el lugar, ni el tiempo han sido las mejores coordenadas, ni ha sido su mejor carta de presentación el sexo con el que nació; nada de ello ha contribuido para proporcionarle una vida placentera y agradable. Para más inri, según nos cuenta Ramón Lobo en sus Cuadernos de Kabul, es diputada y dice lo que piensa con valentía, y cuando tuvo oportunidad de hablar en La Loya Jirga[1] denunció “la presencia de los criminales de guerra misóginos que habían destrozado Afganistán convirtiéndola en el centro de guerras internacionales”. Desde entonces, diciembre de 2003, la vida de esta mujer está en constante peligro y, por tanto, tiene que pasar desapercibida, para lo que le sirve de ayuda, paradojas del destino, una burka, vestimenta tras la que se oculta de aquellos que, precisamente, imponen este modo de vestir para la mujer. Vive, pues, en la clandestinidad, viajando y denunciando la situación de su país y la de la mujer dentro de él.
En la novela Mil soles espléndidos, Khaled Hosseini nos relata las peripecias de Mariam y Leila, dos mujeres afganas que viven sus propias tragedias en un país devastado por treinta años de guerras continuas donde sólo los hombres tienen derechos y la mujer tiene que sufrir su condición como una pesada carga que le lleva a soportar las arbitrariedades, las violencias, las brutalidades y el desprecio de un mundo pensado por y para el hombre y en el que invasores, muyahidines, talibanes, terroristas y señores de la guerra aniquilan vidas y voluntades, destruyen haciendas y tradiciones y arruinan poco a poco los sueños de miles de afganos.
Desde lejos y a través de las noticias que nos llegan por los medios de comunicación asistimos cada día a la ceremonia de destrucción de un hermoso país que ha sido lugar de encuentro de culturas a lo largo de la historia y al que vemos desangrarse y empobrecerse por el fanatismo, la intolerancia, el terror y la barbarie inexplicable que no cesa.




[1] La Loya Jirga (la Gran Asamblea) era un instrumento democrático en la tradición afgana donde los notables de todo el país re reunían para tomar decisiones por consenso.

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