lunes, 9 de noviembre de 2009

LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN




Esta noche, 9 de noviembre de 2009, se cumplirán 20 años de la caída del muro de Berlín, y la noticia de este aniversario ocupa de manera destacada un espacio en las páginas de los periódicos, en internet y en los noticiarios de las cadenas de televisión.
Hace 20 escuchábamos también las noticias que nos llegaban por los medios de comunicación y entre sorprendidos, expectantes y entusiasmados, muchos ciudadanos del mundo compartimos la alegría de los berlineses mientras con alborozo y con saña destruían el muro que mantuvo separada una ciudad y sus habitantes, un país y el mundo entero durante 28 años y 88 días.
Fueron años de frustraciones, de tragedias personales y de falta de libertad. La guerra fría helaba nuestros corazones y nos recordaba constantemente, como moderna espada de Damocles, la amenaza constante de otra guerra global y definitiva, que nada tenía de fría, por cierto, salvo la frialdad con la que los responsables de tomar tales decisiones parecían plantearla en el tapete de los juegos y las estrategias geopolíticas.
Lo que se derrumbó aquella noche, por tanto, no fue tan solo un muro de ladrillo y de hormigón; fue un símbolo. El muro, que se erigió de la noche a la mañana y que cayó de la noche a la mañana[1], fue, durante el tiempo que duró, el símbolo de la opresión, de la arbitrariedad y de la falta de libertad con la que el poder oprime caprichosamente a los ciudadanos; fue el símbolo de la separación entre dos ideologías que lucharon por imponerse la una a la otra al margen de cualquier otra consideración en un mundo que aún se lamía las heridas de la confrontación más despiadada y sangrienta que había conocido la humanidad hasta ese momento.




[1] Se construyó de la noche del 12 de agosto de 1961 a la mañana del día 13 y se derrumbó de la noche del 9 de noviembre de 1989 a la mañana del día 10 en una inesperada y exultante manifestación de alegría cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo.

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